¿Qué imagen se viene primero a la cabeza? Probablemente, un péndulo, ondulando frente a los ojos absortos de un pobre infeliz que, instantes después, se transmuta en gallina. Por Osiris y por Apis, como le decían a Asterix. Pero nada más lejos de la realidad. De una realidad que, aún así, resulta sorprendente. La hipnosis se fundamenta en el dominio de técnicas y herramientas de control mental para tratar de que el otro haga lo que nosotros queremos, haciéndole creer que esa es su voluntad. ¿Magia? No del todo. Más bien, juegos cerebrales. Y aplicaciones, miles. Como esta. Nacho Muñoz, experto en hipnosis conversacional, tiene las claves para lograr que hasta el interlocutor más cerril caiga rendido a nuestros pies.
“Con la hipnosis conversacional podemos lograr que nuestro proyecto empresarial suene mucho más atractivo, que nuestro jefe o cliente olvide algún detalle que queremos que pase por alto o que tenga más vívido en el recuerdo un aspecto que nos refuerza, por ejemplo”. Y estas son sólo, según Nacho Muñoz, algunas de las ventajas que trae consigo el dominio de este tipo de hipnosis. La conversacional apela al cerebro más primitivo, al reptiliano, para conectar con la mente automática del interlocutor antes de acudir a su filtro más racional. Porque, según el hipnotizador, “no es lo mismo decir directamente que somos valientes y trabajadores que exponer esas dos capacidades en una historia que realmente conecte con el otro, haciéndole entrar en el juego”.
Suena bien. Pero también complicado. Por eso, ¿cualquiera es capaz de practicar la hipnosis conversacional? “Sin duda. Todo el mundo, trabajando en ello, puede aprender a utilizarla y exprimir toda su potencialidad”, afirma Muñoz, que añade: “Si se basa en aprender los códigos más básicos del cerebro, ¿cómo no vamos a poder hacerlo?”.
Al turrón: ¿cómo me meto a la gente en el bolsillo?
Porque promete. Muñoz habla de cuatro etapas diferenciadas:
1. Establecer un marco.
“En cualquier conversación se establece una relación de poder en la que uno tiene el control y el otro obedece”, comienza. Y es tarea del hipnotizador hacerse con el mando. “Debes mostrarte como el agente que maneja la conversación, que establece los tiempos, que organiza el escenario”, explica. Aunque sea tu cliente quien te recibe en su oficina, aunque sea el jefe el que te otorga ‘quince minutos’. Deberá ser el hipnotizador quien tenga la capacidad de dar la vuelta a la situación y hacer suyo el espacio diciendo, por ejemplo: “No me hará falta un cuarto de hora; podré explicarle todo en 10 minutos”. Tú eres quien organizas.
2. Generar rapport.
O clima de confianza. “Es sencillo: busca similitudes con el otro imitando sus gestos, su postura, hablando en su mismo tono”, repasa Muñoz. Cualquier actitud que transmita sintonía con el otro hará que este se sienta cómodo con la conversación, que no se sienta intimidado. Y que, al final, sea más receptivo a nuestras palabras.
3. Crear un patrón de cambio.
El experto retoma su ejemplo: “No es igual exponer tus características simplemente citándolas que creando en torno a ellas una historia”. Asegura que los mensajes envueltos en anécdotas conectan perfectamente con el cerebro reptiliano, el que debemos activar en el interlocutor, y que no es lo mismo ‘razonar’ por medio de un relato que somos, por ejemplo, trabajadores, que simplemente decirlo. La exposición directa generará recelo en el otro; en cambio, el ‘serpenteo’ que encamine hacia esa idea logrará que el otro la perciba como válida y no la cuestione.
4. Acabar con ideas de compromiso y fuerza.
“Es decir, cerrar la exposición buscando la implicación del otro al 100%”, explica Muñoz. Ese será el broche al proceso: tratar de que el otro asuma como propios nuestros mensajes y que también haga propios nuestros objetivos.
“Practicando estas técnicas lograremos influir sobre el otro sin que ni siquiera se dé cuenta”, confirma Nacho Muñoz, que invita a cualquier mente curiosa a probar: “Emprendedores, directivos, comerciales o profesionales autónomos pueden aprender a posicionar cualquier negocio o idea y lograr el éxito con mayor facilidad, mientras aumentan su autoestima sabiéndose los ‘jefes’ de sus conversaciones y perdiendo cualquier clase de miedo”, concluye.
Ahora, todo es cuestión de probar. De investigar. De darse cuenta de que el cerebro es todavía muy desconocido, pero no tanto como a veces creemos. Y de tratar de llegar a convertirnos en el hipnosapo.
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